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on March 24, 2015
En la noche del domingo al lunes falleció Lee Kuan Yew, un gigante de la política y uno de los contados grandes estadistas del siglo XX. El Sr. Lee fue el primer primer ministro de Singapur, desde su independencia en 1965 hasta 1990 y, desde entonces, ejerció de mentor de los primeros ministros que le han seguido y de consultor (sin cobrar) de las figuras más relevantes del siglo XX y de lo que llevamos del XXI, desde presidentes de Estados Unidos a primeros `ministros británicos pasando por Presidentes de las mayores multinacionales del mundo o líderes en campos como el sindical, el medio natural o la idiosincrasia de Asia.
Cuando Lee Kuan Yew tomó las riendas de Singapur, una isla el doble del tamaño de Menorca, el país era parte del tercer mundo y no gozaba de ningún recurso natural, ni industria, ni turismo, ni agricultura. Su mayor fuente de riqueza era una base naval de la Royal Navy, que fue abandonada por la potencia colonial unos años después, a principios de los 70, y su puerto.
¿En que se basó el Sr. Lee para crear en pocos años el Singapur que conocemos, el tercer país en renta per cápita del mundo?
Pues bien, las recetas son sencillas, pero hay que querer aplicarlas y no siempre son políticamente correctas:
Entendió que su mayor “recurso natural” era el capital humano y creó un sistema educativo, universal y gratuito (y duro, en donde hay que estudiar de verdad) que hoy obtiene las mejores puntuaciones en cualquier estudio comparado. Un sistema educativo en el que tuvo de la genialidad de establecer el inglés como lengua vehicular lo que ha supuesto una enorme ventaja en nuestro mundo globalizado.
Estableció un Poder Judicial realmente independiente y de extrema profesionalidad, garante del imperio de la ley y del principio de legalidad
El ascenso profesional, en la Administración Pública, se ligó al mérito y a la capacidad y eso impregnó toda la sociedad.
Estableció duras penas contra la corrupción, en el sector público y en el privado y, por otro lado, estableció que, por lo menos en su partido político, el PAP, sólo los más capaces y preparados podían ser nombrados para los puestos más relevantes y debían ser pagados en línea con lo que recibirían en el sector privado.
Dio todo tipo de facilidades a la iniciativa privada e impulsó la inversión, la responsabilidad y el ahorro con un sistema de pocos impuestos, sencillos y de tipos bajos y un sistema de seguridad social de capitalización.
Estableció penas muy duras contra determinados crímenes, como el terrorismo o el tráfico de drogas. Como resultado hoy el crimen es casi inexistente. También para quien de palabra u obra faltara al respeto o atentara contra otras personas por motivos de raza o religión. Creó un parque de vivienda de iniciativa pública en el que hoy viven (en propiedad) el 85 por ciento de los singapurenses.
Seguro que cometió errores. No faltará quien se quede con el cliché de que Singapur es un país en que no se vende chicle. Otros dirán que las libertades están restringidas, aunque en ocho años que llevo viviendo en Singapur jamás he sentido ni experimentado esta restricción.
Llevo años leyendo y estudiando la figura de Lee Kuan Yew y la historia de Singapur y me digo a menudo que si en cada país hubiera habido un líder la mitad de bueno que él, hoy el mundo sería un lugar más próspero, más seguro y más decente.
Descanse en paz Lee Kuan Yew (Singapur 1923 – 2015).