Muchos de nuestros mayores recuerdan la isla de Taiwan como el último refugio del general Chiang Kai Check, derrotado por la sublevación comunista de Mao Tse Tung. Para mi generación, Taiwan, o la República de China, que ese es su nombre por contraposición a la República Popular China, que es lo que normalmente conocemos simplemente como China, el país evoca tecnología: ordenadores, teléfonos móviles, automóviles y motocicletas.

Taiwan, eso lo saben pocos, fue durante pocos años, entre 1625 y 1642, base comercial española, radicada en lo que hoy es la bahía de Keelung. En España no conocemos que, en Asia, no sólo estuvimos en las Filipinas. También en lo que hoy es Malasia, Indonesia, Japón, China, India y algunas tierras orientales más, siempre con el comercio y la expansión del catolicismo como bandera.

Años antes que los españoles, en 1582, llegaron los portugueses, que bautizaron a la isla como Formosa, es decir, la Isla Hermosa. Y en verdad es hermosa. Mucho. Además del atractivo de Taipei, la capital, en donde se encuentra el Museo Arquelógico de la civilización china mayor y mejor del mundo, cortesía de Chiang Kai Check en su huída de Pekín y Nanjing, debemos visitar el Norte, Este y Sur del país son de una enorme belleza natural. El Oeste es predominantemente industrial, pero el resto del país, muy montañoso, es un compendio de bosques, ríos, lagos y playas, muchas en estado virgen.

Desconocido tal vez, pero gran destino para una visita a Asia. Buenos precios, fantástica comida y gente muy amable. También un mercado emisor muy importante, con más de 25 millones de pasajeros hacia destinos internacionales al año y un buen lugar para invertir en hoteles dada la alta demanda en comparación con la oferta.

Taiwan o Formosa, dice su autoridad turística que “le llegará al corazón”. Creo que es cierto.

En cuarto lugar, Asia es aún nuestra asignatura pendiente como mercado emisor. El marketing sólo no basta para que España reciba a muchos más asiáticos. Hacen falta muchísimas más rutas aéreas, que son el secreto del éxito en Asia de destinos como Alemania, Suiza, Holanda o los países nórdicos

En quinto lugar, la tecnología juega cada vez un papel mayor en la competitividad de nuestras empresas, pero es cara. Tal vez sería el momento de aprovechar la capacidad de innovación de muchas universidades para que se estableciera una fructífera colaboración entre las mismas y el sector turístico que mejorara la posición competitiva de muchas empresas que pueden verse fuera del mercado si no tienen acceso a tecnología punta

En sexto lugar, España debe ofrecer calidad, no sólo en hoteles, infraestructuras o gastronomía. Debe ofrecerse una mejor calidad de servicio y en ese sentido la formación juega un aspecto clave

En séptimo lugar, debemos cuidar la imagen. A veces se toman decisiones que no son ni buenas ni malas en sí, pero que aderezadas con todo tipo de disputas políticas ofrecen al exterior una imagen lamentable. Me refiero a tasas turísticas, moratorias o infraestructuras. Se hacen o no se hacen, pero no hace falta dar el exterior un espectáculo de que aquí se decide a salto de mata dependiendo del gobierno y del político de turno y que, invariablemente un cambio de Gobierno va a suponer un cambio radical en las políticas y normativas de los cuatro años precedentes.

No sé si a nuestros próximos gobernantes los servirá algo de todo lo anterior. Lo que sí creo es que ya es hora de que todos digamos lo que pensamos, claro y alto, porque si el sector turístico no empieza a hablar con unidad tal vez seguirá condenado a un ninguneo por parte del gobierno de turno que no merece por su extraordinario contribución a las economías de España y de medio mundo, pero que será consecuencia, en cambio, de la incapacidad de hacer causa común en defensa del sector.

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